julio 22, 2010

Salir

Como el tambito, ligero y puntuado, llueven las flores de los malinches, mojando la brisa y quemando los cerros.

Como el tambito, ligero y puntuado, duermen los niños del ayer, sudando nostalgia y bebiéndose el alba.

Como el tambito, ligero y puntuado, gritan los cielos infinitos, estallando entre rocas y ocultando las almas.

Como el tambito, ligero y puntuado, hierven las calles promiscuas, robando momentos y escupiendo entre lastre.

Como el tambito, ligero y puntuado, mueren las noches de nunca acabar, brotando sus ojos y susurrando su voz...

julio 12, 2010

En Silencio

Tardes en las que el silencio no muere ni con el más exquisito de los vinos. Tardes de domingo en las que Carlos Gardel no hace más que molestar, irrumpir en los recuerdos y cantar en silencio. No muere el silencio.

El sepia de las hojas de un libro, eterna compañía, compite con sus manos que lentamente se desgastan de tanto soñar.

Cada letra le hace hurgar entre mil fantasías por vivir, retrocediendo hasta el momento en que el cielo desteñido escupió migajas de vida sobre su frente blanca e inocente, haciéndola vibrar, desde ese entonces, cada vez que los cedazos comienzan a gotear.

Una página más y ese beso atrapa de nuevo sus labios, el sudor y la arena se entrelazan con el sonido de las rocas sucumbiendo muy lento ante la furia del mar. La pasión le hierve la sangre y las lágrimas le nublan poco a poco la visión. Mira a la ventana y aun no para de llover, los cedazos no dejan de gotear.

Bésame mucho, canta en silencio Gardel; el tango, la lluvia y el vino, enfrían sus venas mientras de forma resignada baja su mirada observando cada metáfora. Cada frase le advierte que falta todavía.

Silenciosa tarde aquella, donde la religión significó un sacrificio más. La tos ya le hace sudar, el crucifijo de madera, indiferente, ve la sangre que despacio moja el silencio. No se detiene ni un momento, no pierde tiempo y su fantasía cobra vida cada vez de manera más real, destruyendo el presente y alargando el pasado. Sus dedos pasan la página otra vez, un piropo de aquel que yace sonriente sobre su mesa de noche la atrapa hasta volver a llorar.

Más vino y más tango, más lluvia y más ayer, se van encendiendo a medida que su nariz sangra tornando rojo el sepia. La tos va ensordeciendo el silencio. Cierra el libro, levanta su vista y el techo blanco se tiñe de recuerdos. Suena el timbre pero el vino le impide abrir, prefiere escuchar el silencio que ahora va muriendo sin esperar.

Solo segundos. El timbre, gritos, su sonrisa, llanto, lluvia, su sonrisa, sirenas, voces, su sonrisa... y aquellos labios la vuelven a cautivar, ese beso que la atrapa, la arena, el sudor, el mar...