febrero 06, 2010

La Calle del Polvo

Entre palos de teca y polvazales se va consumiendo esa rutinaria calle que solo consigue restar motivación a su, ya de por sí, infeliz diario vivir. No es esta cualquier calle, es una tan nostálgica como tenebrosa, es una calle donde no transita nadie más que él. Allí se entremezclan historias de muerte, desamor y odio, cosas que al fin y al cabo vienen a ser casi lo mismo, historias tan oscuras como el alma del caminante que recorre ese árido paisaje veranero. Es su rostro una cruel pintura, una obra de arte que el tiempo fue arruinando, donde se reflejan las marcas de tantos tormentos, que lo hacen más que comparable con la café y resquebrajada calle que pisan sus pies... con la calle del polvo.

El magnífico brillo de sus ojos le despertó tan maravillado esa mañana como nunca antes se había despertado en su vida. Parecía un sueño, ella era diferente a las demás, joven y llena de vida, sencilla como él, definitivamente se correspondían. Era increíble que recién la conoció la mañana anterior cuando luego de verla deambulando desorientada por la solitaria calle frente a su humilde, mas no descuidada, casa, la invitaría a pasar a descansar... a descansar de un largo caminar por la calle del polvo.

Tomando su machete de trabajo, se ocultó en el baño mientras los infernales gritos no cesaban al igual que el escándalo que hacían las cosas al caer con fuerza por toda la pequeña habitación. La horrorosa criatura jugaba con él, con esos juegos se vengaba de la desfloración de su querida hija, quien ahora yace tendida junto al árbol de teca más grande, justo al lado de la calle... su cadáver sangraba en la calle del polvo... Y ese fue el comienzo de su martirio...